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El concepto I+D+I está fuertemente arraigado en el mundo empresarial, especialmente en el contexto de la tecnología y la ciencia. Prácticamente todos los países desarrollados buscan su incremento por diferentes medios, como las deducciones, subvenciones y otros tipos de inversiones que repercuten de forma directa en sus tejidos productivos y empresariales y, de un modo indirecto, en la mejora de la calidad de vida a un nivel social. Toda empresa debe contar actualmente con un proyecto I+D+I, aunque no siempre es así.
I+D+I es un acrónimo que hace referencia a los términos Investigación, Desarrollo e Innovación. Supone una extensión del anterior y más conocido concepto de I+D (Investigación y Desarrollo).
Los tres conceptos que representan este acrónimo tienen dos orígenes diferentes: mientras el término Desarrollo se relaciona con el sector económico, Investigación e Innovación provienen del mundo tecnológico y científico.
Como hemos indicado con anterioridad, la importancia del I+D+I es básica para el crecimiento y desarrollo de cualquier empresa. En ningún caso la apuesta por este concepto puede considerarse un gasto, sino una necesaria y rentable inversión.
Las administraciones públicas no han sido ajenas a las necesidades de las organizaciones empresariales a la hora de promover e incentivar el talento desde su misma base. Los diferentes gobiernos también han apostado por el constante apoyo y fomento del I+D+I en el sector empresarial mediante diferentes beneficios fiscales, créditos blandos y ayudas directas.
La competitividad de una empresa y su capacidad para el desarrollo y la innovación van irremediablemente unidas, lo que convierte en imprescindible la existencia de departamentos específicos para analizar las actividades necesarias en I+D+I, así como su viabilidad y modos de financiación.
Son tres las principales fuentes de las que se nutre la I+D+I, y para que su rendimiento sea el óptimo deben actuar en una obligada sinergia.
Por un lado están las propias empresas, el entorno en el que deben ponerse en práctica las estrategias necesarias para el avance de la investigación, el desarrollo y la innovación.
Otra fuente fundamental es el entorno universitario, al que podría definirse como la cantera de los jóvenes talentos llamados a desarrollar sus actividades profesionales en el sector empresarial.
No menos importante es el papel que juega la Administración, la cual debe dar su apoyo a los proyectos I+D+I por medio de sus entidades públicas. Las instituciones y organizaciones privadas también deben tener su papel en el fomento de la investigación y el desarrollo.
Por último, es de destacar la gran relevancia y utilidad que han tenido los Centros Tecnológicos en la creación de conocimiento, especialmente por su colaboración con las pequeñas y medianas empresas.
Desde las Pymes hasta las grandes corporaciones están apostando por el I+D+I como mejor fórmula para su crecimiento. Este hecho no es producto de la casualidad y es evidente que el sector empresarial encuentra grandes ventajas en esta decidida apuesta.
Las empresas reducen costes, incrementan el valor añadido de sus ofertas, generan competitividad y afrontan los momentos difíciles con una mayor tranquilidad.
Un proyecto I+D+I puede favorecer igualmente la internacionalización de las empresas, lo que supone un gran alivio en fases de crisis en los mercados nacionales, permitiendo que las exportaciones compensen el descenso de las ventas en el propio país.
Por otro lado, la apuesta por proyectos I+D+I pueden suponer una serie de deducciones fiscales, ayudas públicas e incluso un mejor acceso a la financiación privada. El capital está apostando decididamente por las empresas innovadoras y eso se traduce en una mayor cuantía en préstamos, inversiones y todo tipo de financiaciones.
En resumen, un proyecto I+D+I contribuye al crecimiento de una empresa, dando lugar al surgimiento de productos más avanzados y a una productividad y competitividad muy superior.
Mejora de la reputación de la marca: pocas cosas mejoran tanto la percepción que se tiene de una compañía entre inversores y clientes que su apuesta por un proyecto I+D+I. La calidad y la amplitud de expectativas a largo plazo que supone la inversión en investigación y desarrollo es una de las facetas de una empresa que despierta una mayor confianza.
Apertura de nuevos mercados: una carencia muy común en el tejido empresarial español es su limitación a unos específicos nichos de mercado, sin explorar otros posibles usos de sus servicios o productos. Un departamento de I+D+I dirigido por profesionales solventes puede suponer un plus de creatividad que permita la apertura de nuevos mercados y la adquisición de una mayor target de clientes.
Incremento de la productividad: un proyecto I+D+I permite ofertar servicios y productos de una mayor calidad con unos costes inferiores, una combinación irresistible para las finanzas de cualquier compañía.
Desgravaciones fiscales: no es casualidad que la Administración proporcione importantes desgravaciones fiscales a las empresas que contribuyen a la investigación y el desarrollo, ya que este tipo de inversiones no solo favorecen la marcha de las propias compañías, sino en el de toda la sociedad; y no solo por ofertar mejores servicios y productos, también por su aporte en la creación de un empleo de mayor calidad.
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Las deducciones fiscales ofrecidas a los proyectos de I+D+I por la Administración en España supera en ocasiones el 40% de los gastos directos, situándose entre las más favorables del mundo. Estas son algunas de sus principales ventajas:
Apostar por el futuro es algo que debe realizarse desde el presente. Los proyectos I+D+I de las empresas no solo revierten en su propio beneficio, sino en el de toda la sociedad. No subirse a este vagón puede suponer la pérdida del tren de la historia.